Los “grados” de autismo se refieren a las necesidades de apoyo y de ayuda de cada persona. Pueden variar conforme avanza el tiempo. Pero uno sigue siendo igual de autista, con nuevas habilidades y también con nuevos retos. Siempre hay desafíos significativos. Respetemos todas las historias de autismo. Comparar si es mejor grado 1 ó 2 ó 3 solo causa un dolor innecesario e injusto. Evitemos juzgar, hacer juicios de valor. Los desafíos son enormes. Hay que ir adquiriendo habilidades paso a paso lidiando además con una sociedad a la que todavía le cuesta comprender las diferencias.
Es fundamental que reconozcamos y respetemos las experiencias de todos los autistas. No hay una escala que mida el sufrimiento o las barreras que enfrentan. Todos merecen comprensión, apoyo y aceptación con una vida digna siendo quienes son. Una vida que merezca la pena ser vivida.
La historia de Erik muestra que se puede partir de un grado con grandes necesidades de apoyo y alcanzar otro con menos apoyo, aunque manteniendo las dificultades propias del autismo en comunicación, flexibilidades y socialización.
Entonces, no minimicemos. Cualquier logro es fruto de un gran esfuerzo, no de la casualidad. Vamos a estar ahí: apoyando, acompañando, facilitando herramientas y, sobre todo, VALORANDO en vez de poniendo aún más piedras en el camino.
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